En el Chaco, 'achicar' no solo significa reducir tamaño, sino también disminuir expectativas o ilusiones de manera pragmática. Es como cuando bajas un poco a tierra al idealista del grupo que quiere conquistar el mundo.
"Al ver el presupuesto, Ale tuvo que achicar su idea de lanzar cien fuegos artificiales y se conformó con unas cañitas voladoras. ¡Qué bajón!"
En Moquegua, no es que tengas miedo; si te dicen 'achica el vino', significa que bebas sin pena hasta dejar seco el vaso.
"Andrés levantó la copa y le dijo a Carla: '¡Achica, que acá no se deja ni gota!' mientras todos reían en la fiesta."
En Arequipa achicar es rajarse a última hora por miedo, vergüenza o pura falta de huevos. Es cuando dices que sí muy valiente, pero llega el momento de la verdad y te haces chiquito y desapareces. Es como encogerse ante la situación, bien cobarde, aunque luego pongas excusas bien creativas para justificarte.
"Iba a invitarla a salir, pero la vi con todo su manchón y me achiqué feo, me hice el loco y me fui a comprar anticuchos nomás."
En Extremadura achicar es más que hacer algo pequeño. También se usa para hablar de sacar coraje y plantarle cara a una situación chunga, aunque te tiemblen hasta las pestañas. Es como decir que te armas de valor y tiras p’alante, aunque por dentro estés pensando quién narices te mandaría meterte en ese lío.
"Cuando vi al jefe cabreado pensé en escaquearme, pero al final tuve que achicarme, entrar en su despacho y soltarle todo el marrón con una sonrisa de pringao."