Hola, soy Carmen
Y esta es la historia de cómo descubrí a los Magikitos
La chispa de mi madre
A veces me pregunto de dónde surgió mi afán por crear con mis manos los sentimientos que me dicta el corazón, y creo que la chispa la prendió mi madre.
Desde pequeña siempre la veía rodeada de hilos, de botones, de agujas. De ella aprendí a materializar el amor que uno siente y a expresarlo en pequeñas obras artesanas, que te sumergen en una sensación de felicidad por ser capaz de crear con tus manos una idea que tienes en tu mente.
Poco a poco, con mucha paciencia y mucho amor, consigues dar forma a tus ideas. Así, desde muy niña, ella me enseñó a sentarme con paciencia y a concentrarme y ser capaz de hacer labores de costura o de punto, y a sentir la satisfacción de poderlo terminar y disfrutarlo.
"Que esté curioso"
Nunca olvidaré que siempre me decía: "Que esté curioso, porque lo importante no es el tiempo que necesites para acabarlo, sino el resultado final." Y era cierto. Nadie me preguntaba cuánto tiempo había necesitado para hacerlo, sino que decían: "¡Qué bonito!"
Así fue cómo me aficioné y fui aprendiendo. La paciencia se convirtió en mi aliada, y crear con las manos en mi refugio.
Mi tiempo libre
Una vez que mis hijos fueron creciendo y no me necesitaban tanto, dediqué mi tiempo libre, entre otras cosas, a tejer jerséis y mantas. Cuando ya no cabían en los armarios, me dediqué a tejer amigurumis y después aprendí a hacer muñecas tipo Waldorf.
Con el paso de los años, disfruto cada vez más con mis creaciones. Cada pieza lleva un trocito de mí, de mi tiempo, de mi calma.
Así empezó esta locura
Un día se me ocurrió crear un duende. No tenía ni idea de cómo hacerlo, pero empecé a modelar un trozo de porcelana y surgió mi primer rostro. Con unos trozos de alambre y retales viejos, hice el primer cuerpecito y nació Pau, mi amigo inseparable que me acompaña en todos los viajes.
A partir de ahí, es una necesidad, y poco a poco mi vida se va llenando de duendes de porcelana e hadas de vellón.
Mi mundo mágico
Me hace feliz darle vida a mis pequeñas criaturas y escribirles cartas a las que me contestan fielmente. Ese es mi mundo, y así descubrí a los Magikitos.
Cada uno tiene su propia personalidad, su propia historia. Y cuando encuentran su hogar, sé que llevan consigo un pedacito de esa calma y esa magia que yo encontré creando con las manos.
Así conocí a los Magikitos
Los bosques de Taramundi son el hogar ancestral de los Magikitos. Es un lugar donde la magia aún vive, donde cada árbol susurra historias antiguas y donde todo comenzó.
Este es un pequeño video que grabé en los bosques de Taramundi, donde descubrí por primera vez a estas criaturas mágicas.























