Portero de Lunas Domésticas
Este duende va siempre con una llave otoñal en la mano, como si fuera portero de un edificio invisible. Le flipa cerrar discusiones tontas antes de que estallen y abrir ventanas para que entre olor a lluvia. Patrulla pasillos oscuros, odia la suciedad y las moscas pesadas, y se sabe de memoria cada crujido nocturno del hogar.
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Este duende de porcelana fría parece tranquilo, pero en cuanto la casa se queda en silencio empieza su ronda. Lleva una llave gastada, color plata vieja, que solo abre cosas raras: puertas que no existen, recuerdos que dabas por perdidos y conversaciones importantes que nunca encontraban su momento. Le molan los tonos de otoño, marrones hoja seca y verdes musgo, porque dicen que combinan con cualquier salón medio caótico.
Se sabe de memoria dónde chirría cada tablón y qué enchufe hace mal contacto. No soporta la suciedad en los transportes públicos, pero acepta sin quejarse las tazas desportilladas y las mantas viejas. De noche escucha la lluvia en los cristales y se le escapa una sonrisa cuando alguien se duerme con un libro abierto encima.
- Cierra discusiones absurdas que se alargan más que un lunes eterno
- Abre huecos para pequeñas coincidencias que parecen magia cotidiana
- Susurra calma a los pasillos largos que dan un poco de yuyu
- Reconoce al instante qué rincón de la casa guarda más secretos
No le pidas discursos bonitos, va más de hechos que de palabras. Si nota mala leche injusta, cruza los brazos y la llave pesa más. Pero cuando alguien pregunta “¿cómo estás?” esperando respuesta de verdad, se acomoda, huele a madera vieja y café reciente, y deja pasar la luz justa para una charla honesta.