Se usa para decir que alguien come a lo bestia, con ansia viva, como si llevara tres días sin catar bocado. Muy de comidas familiares, fiestas de pueblo y meriendas donde la bandeja de tapas vuela en dos minutos. No es fino, pero describe perfecto a quien se pone morado sin pensar en los demás. Y hay que admitir que tiene su gracia.
"En las fiestas del pueblo sacaron la fuente de lechazo y Manolo se tapiñó medio cordero él solo, dejando al resto mirando con cara de acelga."