En Tamaulipas casi nadie dice autobús, todos le dicen camión al transporte urbano de toda la vida. Da igual que el libro de texto diga otra cosa, en la calle es el camión y punto. Es de esas palabras que traen barrio, calorón y ruta eterna, y la neta tiene más sabor que decir autobús.

"Apúrate, güey, que ya viene el camión de la ruta Victoria y si se te va vas a llegar otra vez bien tarde con la jarocha del salón"

Así le decimos al autobús en San Luis, porque suena más rudo y varonil. Acá te subes al camión hasta para ir a la tienda si se tercia.

"Ahorita pásale el cambio al piloto del camión o nos deja tirados por aquí."

En México camión no es solo el monstruo de carga, también es el transporte público que te lleva al jale, a la escuela o a donde se arme el desmadre. Es el clásico donde vas apretado, sudando, oyendo cumbias a todo volumen y dudando de tus decisiones de vida. Y hay que admitir que esas aventuras tienen su encanto raro.

"Compadre, si no apuras la marcha te deja el camión, y luego ahí vas corriendo como maratonista, sudando la gota gorda y haciendo el ridículo frente a medio barrio."

Es la palabra que usamos pa' referirnos al autobús de toda la vida. Aquí no nos complicamos, suena más chido.

"Compadre, si quieres llegar rápido a la playa, agarra el camión que pasa por el malecón."

En Anzoátegui decir que alguien es un camión es decir que está buenísimo, que llama la atención donde se pare. La idea es que la persona es como un espectáculo rodante de belleza, imposible no verla pasar. Es un piropo bien intenso, así que mejor usarlo con confianza y buen ambiente, porque sutileza precisamente no tiene.

"Chamo, viste a la nueva del salón, ese culito es un camión con luces, corneta y todo, dejó a medio liceo pegado al pupitre."

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