En Huila y en buena parte de Colombia, camello es la forma coloquial de hablar del trabajo, la chamba de todos los días. Se usa tanto para referirse al empleo como a una tarea pesada que toca sacar adelante sí o sí. Suena a queja, pero también a orgullo de currante que no se rinde ni a palos.

"Parce, ni sueñe con ir a San Agustín este finde, tengo tanto camello que me va a tocar dormir en la oficina con el termo de tinto al lado."

En Moquegua, cuando no se refieren al animal del desierto, 'camello' significa trabajo pesado y constante. Ideal para esos días en que sudas como si hubieras cruzado el Sahara.

"Estoy con harto camello estos días, pero al menos la chelita de después sabe mejor."

Se refiere a una persona con una paciencia infinita, casi heroica, capaz de esperar lo imposible, como si aguantara el calor del sol sin agua ni sombra.

"Ese chamo es un camello; lleva esperando ese bus desde antes de que amaneciera y sigue ahí tan tranquilo."

En Ecuador camello es la forma coloquial de decir trabajo, sobre todo cuando es pesado, largo o medio explotador. Es como decir que estás metido en la chamba hasta el cuello y sin mucha opción de zafar. Suena chistoso, pero cuando alguien dice que anda full camello, normalmente está hecho pedazos y soñando con vacaciones.

"Ñaño, hoy sí que estuvo bravo el camello, el jefe jodiendo todo el día y yo sin almorzar, ya mismo me desmayo en el bus de regreso."

En la jerga limeña, camello es un intercambio medio clandestino de cosas o favores entre causas, algo rápido y medio bajo la mesa, pero entre confianza. Puede ser cambiar entradas, polos, datos o cualquier huevada útil. No es un negocio formal, es más un trueque callejero que se arma al vuelo. Y lo loco es que casi siempre sale redondo.

"Oe causa, tengo dos entradas pa' la tribuna, tú tienes tu polo oficial, hacemos camello ahorita y nadie se entera, todo fresh."

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