Se usa en tono irónico para rajar de un pintxo carísimo que no vale ni de lejos lo que cuesta. Muy típico cuando te ponen una rebanadita triste con cuatro cosas mal contadas y te cobran como si fuera alta cocina. Es la forma cántabra de decir que te han sablado a gusto, y oye, tiene su gracia aunque escueza.

"Fuimos de poteo por el centro y en el bar del Paco me clavaron un pintxo de oro, chaval, un trocito de pan con media anchoa y me soplaron como si fuera un menú en el puerto"

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