Se usa para decir que alguien está todo arrugado, reventado o con cara de que la vida le pasó por encima sin frenos. Puede ser por cansancio, por la edad o por una mala noche de esas que ni el café arregla. Es una forma medio cariñosa de decir que estás hecho polvo, aunque suene un poco cruel, la verdad.
"Manito, después de esa rumba hasta las seis y el sol pegando durísimo, quedaste hecho una ciruela, ni el raspao te va a revivir hoy."