Se usa cuando alguien se queda dormido tan profundo que ni un terremoto lo despierta. Suele ser después de un día matador, de pega dura, carrete o paseo bajo el sol atacameño. La idea es que duerme tranquilo, sin preocupaciones, como guagua bien cansada y con la panza llena. Y hay que admitir que suena bien tierno para lo reventado que queda uno.
"Compadre, después de subir al mirador en San Pedro y bajarnos esas chelas heladas, el Nico quedó como un bebé en la hostal, ni se enteró cuando se cortó la luz en todo el pueblo."