Apodo burleto para el que siempre termina lavando los platos, ya sea en la casa o en el trabajo, o para el que anda corto de plata y le toca aceptar cualquier camello. Se usa para vacilar al parcero que nunca se salva de la loza y parece condenado a vivir con las manos arrugadas. Y hay que admitir que el apodo tiene su gracia.
"Parce, a Julián ya le quedó de por vida el apodo de lavalosas, en cada parche terminamos comiendo rico y el man clavado en la cocina dándole a la loza mientras nosotros echamos chisme en la sala."