Se usa en Carabobo para hablar de la siesta sagrada después del almuerzo, esa dormida que no se negocia y que parece ritual religioso. Cuando alguien se echa el templo desaparece del mapa, apaga el teléfono y ni los perros lo despiertan. Es como decir que está en modo descanso celestial, y la verdad es que provoca envidia.
"No llames a la abuela ahorita, que se acaba de zampar su pabellón y fijo está echándose el templo con el ventilador a tope y la novela sonando de fondo."