Se usa cuando alguien al final cede después de hacerse el duro, ya sea en una discusión, una negociación o un simple antojo. Es como rendirse ante la presión, pero con un toque de orgullo tragado. Suena a derrota, pero muchas veces es pura conveniencia. Y hay que admitir que casi siempre se dobla el brazo por comida.
"Chamo, yo sabía que ibas a doblar el brazo, apenas oliste la carne en la parrilla te montaste en el carro más rápido que un mototaxi en bajada."