En Puno, vereda no es solo el caminito al costado de la pista, también es el chisme que corre por todo el barrio a la velocidad de la combi en hora punta. Cuando alguien dice que la vereda ya sabe algo, es porque el rumor está bien regado. Y hay que admitir que la expresión tiene su gracia.

"Oye, ni he abierto el WhatsApp y ya la vereda sabe que he terminado con mi flaca, hasta mi vecina chismosa me ha dado consejos amorosos en la puerta."

En Bolívar se usa vereda para hablar de una salida corta y medio improvisada, casi siempre para pasarla bueno y despejar la cabeza. No es la vereda de caminar, sino más bien una escapadita con plan de risa, trago, río o lo que salga. Suena inocente, pero casi siempre lleva su toque de desorden sabroso.

"Mi tía juró que iba a misa, y cuando la llamamos estaba era pegándose tremenda vereda en la playita con las amigas, tomando pola y bailando champeta como si tuviera quince."

En Sucre, la vereda es mucho más que un camino rural perdido entre monte y vacas. Es ese universo paralelo donde se arman las mejores parrandas, se chismea sabroso y las abuelas sueltan cuentos de brujas y espantos. Es el rincón donde la vida va despacio, pero la magia cotidiana hierve sin descanso, como olla de sancocho.

"Mija, vámonos pa' la vereda este fincho, que allá hay fiesta, sancocho en leña y seguro termina saliendo algún cuento de espantos que no nos deja dormir."

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