Palabra inventada para medir el poder de la mirada juzgona de las señoras colombianas cuando haces algo fuera de lugar. Es esa mirada que te atraviesa el alma, te recuerda a tu mamá y te hace replantearte la vida. No hace ruido, pero se siente durísimo, como regaño silencioso con rayos láser incluidos.
"Me colé en la fila del bus sin darme cuenta y el señorómetro de una señora fue tan brutal que casi me bajo del barrio del susto y me pongo a pedir perdón casa por casa."