Apodo cariñoso y un poco sarcástico para referirse a alguien que se da aires de grandeza, pero termina haciendo los mandados.
"¡Ey, señorito! Deje tanta charla y vaya por las empanadas que tenemos hambrecita."
Se usa para hablar del que se cree muy fino, delicado o de alta sociedad, aunque en realidad no tenga ni para el pasaje. Es ese que evita cualquier trabajo pesado, se queja por todo y actúa como si el mundo estuviera para servirle. A veces se dice con cariño, pero casi siempre lleva su buena dosis de burla.
"Mi causa el señorito no quiere ir a la chacra porque dice que el sol le malogra la piel, pero bien que se apunta cuando hay pachamanca y chelas gratis"