Se usa para decir que alguien pone una expresión bien agria, toda arrugada, como si acabara de morder un gajo de limón sin avisar. Suele ser cuando algo le sienta mal, está mosqueado o le da un asco tremendo. Vamos, que la cara lo dice todo aunque la persona no suelte ni una palabra.
"Le dije a mi madre que había suspendido tres y puso una cara de limón que pensé que me mandaba a vendimiar a Potes hasta el año que viene"