En Aragón almorzar no es un picoteo triste, es casi una religión. Es el pedazo de bocata de media mañana, con su cerveza o su vino, que te salva la jornada y te deja fino para seguir currando. Es como el desayuno serio, contundente, de los que te hacen pensar que igual la vida no está tan mal.

"Tú haz lo que quieras, pero yo sin almorzar un bocata de longaniza con su caña en el bar no arranco ni el lunes ni la cosechadora."

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