Se dice cuando alguien empieza a portarse raro, desatado o medio loco, como si hubiera perdido un tornillo y ya no pensara con tanta cabeza. Puede ser que se vuelva más fiestero, más imprudente o que haga cosas sin medir consecuencias. Es una forma medio burlona de decir que a la persona se le está yendo la olla.
"Desde que Juan ganó la lotería anda aflojando el tornillo, pura rumba en Cumaná, botando la plata en caña, parranda y hasta hablando de comprarse una lancha pa' irse a pescar todos los días."