En La Rioja tomarse un tinto no es solo beber vino, es liarse a charla, risas y tapeo mientras caen unas cuantas copas del bueno. Suele implicar que la cosa se alarga, que se anima el cotarro y que el vino manda. Aquí el tinto es casi religión, y negarlo sería pecado social grave.
"Quedamos para tomarnos un tinto rápido en la calle Laurel y acabamos enlazando bodegas, cantando jotas y fichando el amanecer con la cuadrilla medio doblada."