Se usa para describir a alguien flojo, inútil o bien torpe, que no atina una y nomás estorba. La idea es que un puño de atole no se puede agarrar ni sirve para nada sólido, igualito que la persona a la que se lo sueltas. Es medio carrilla, pero en confianza hasta da risa usarlo con los compas.
"No manches, el Chuy es un puño de atole, le encargué que pusiera el agua pa’l café y terminó quemando la olla y olvidando el azúcar."