Se usa para hablar de un pelo medio triste, aplastado, sin volumen y con pinta de que no ve un peine desde hace días. No es solo despeinado, es ese look de laucha mojada que ni con gomina levanta cabeza. Suele decirse con cariño burlón, aunque duele un poquito porque suele ser verdad.

"Me levanté para ir a laburar, me miré al espejo y dije: pa, con este pelo laucha no me salva ni la gorra del Peñarol."

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