Se dice cuando en pleno invierno patagónico empezás a acumular kilitos de más por el frío, los guisos, las facturas y el mate con torta frita. Es como una capa de abrigo biológica para bancarse el viento que te vuela hasta las pestañas. No es solo gordura, es estrategia de supervivencia, o al menos eso nos gusta creer.
"Entre el viento que corta la cara y los guisos de la abuela, ya asumí que este año mi gordo de invierno viene con pan casero y dulce de leche a lo bestia."