Se usa cuando alguien se mete una farra tan brava que al otro día amanece con un guayabo monumental, de esos que uno jura que no vuelve a tomar. Es como decir que se ganó la resaca a punta de trago y desorden. Y aceptémoslo, a veces hasta da risa contarlo después.
"Parce, el sábado me disparé un guayabo tan berraco que ni para ir por una empanada en la esquina me daban las piernas."