Se usa para hablar de cuentos, mentiras o historias bien armadas que alguien te quiere vender como si fueras ingenuo. Cuando dices que no caes en su cesta de abajeño, estás dejando claro que no eres ningún sonso y que ya te la sabes. Es una forma bien iquiteña de vacilar al mentiroso, y la verdad es que suena bravazo.
"Oe, no me vengas con tu cesta de abajeño, ya sé que esa lancha se malogra a cada rato, a otro le haces el cuento, pe’."