Se usa para decir que alguien tiene muy mala suerte, que todo le sale torcido aunque lo intente con ganas. Es como ir por la vida pisando todos los charcos y perdiendo siempre el último autobús. Suena suave, pero cuando la racha se alarga dan ganas de hacerle un exorcismo a la mala pata.
"Tío, tengo tan mala pata que ayer perdí el móvil, hoy me han multado y encima se me ha quemado la pizza del horno"