Se usa para decir que algo está bien pasado de lanza, muy manchado o con un humor negro que te deja entre la risa y el qué pedo. Suele aplicarse a chistes, comentarios o bromas muy pesadas, pero que de todos modos dan mucha risa. Es de esas expresiones que salen cuando alguien se pasa de picarón.

"Cuando el Chuy contó el chiste del padrecito y la suegra en plena misa de boda, todos se voltearon a verlo muertos de risa diciendo bien fuerte ¡qué dañado!"

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