Se usa para decir que algo huele raro, que tiene un tufillo sospechoso y no termina de cuadrar. Es como cuando ves un chanchullo, una oferta demasiado buena o un plan medio turbio y piensas que ahí hay gato encerrado. Vamos, que si algo huele a sardina, mejor andar con ojo, que luego vienen los sustos.
"Mira, eso de invertir todos los ahorros en la criptomoneda del cuñado me huele a sardina, yo ahí no meto ni un euro, que luego vienen los lloros."