Era un 30 de abril a las seis y cuarto de la tarde. Axel estaba a punto de marcharse a una cita con su peluquero de confianza, ya era hora de darle un corte a esas melenas rabiosas.

Además, le gustaba darse un buen pelado antes de emprender una aventura. Y mañana empezaba su gran viaje. Después de lo que había pasado, había encontrado el motivo perfecto para salir de aquella burbuja y vivir a lo grande. Pero a lo grande de verdad.

Se puso los zapatos y fue al baño antes de salir. Observó con detenimiento cómo el chorro de orina caía con gracia en el centro del retrete. Le fascinaba el hecho de poder mear en un recipiente de porcelana y saber que todo estaba bajo control. El líquido de deshecho bajaría por un organizado sistema de tuberías en el que se encontraría con otras orinas y caquitas del resto de habitantes de la ciudad, para luego ser tratado antes de liberarse a algún río o el océano y regresar al ciclo natural de la materia orgánica.

Mientras se cerraba la cremallera del pantalón, pensó en cómo sería la vida si las cientos de miles de personas que habitaban aquella ciudad mearan en cualquier parte, sin este fantástico sistema. Seguramente sería un desastre. Y se alegró mucho del progreso que había hecho la humanidad en ese sentido.

Echó un vistazo al espejo antes de salir del baño. El tipo allí reflejado parecía un tío contento y tranquilo. Aunque él veía algo más. Detrás de la imagen en el espejo percibía algo que le estaba consumiendo por dentro. Una especie de fuego interior, de ganas de vivir… sed de aventura.

Salió de casa y caminó con firmeza. Tenía 15 minutos para llegar a la peluquería y no es de esos a los que les da igual llegar tarde. Quería ser puntual, mantener las buenas costumbres.

El cielo estaba bastante despejado y las pocas nubes que lo decoraban lo hacían con sutileza. Pinceladas blancas sobre un fondo azul… la verdad que estaba bastante bonito.

Pensó en lo impresionante que es todo cuando lo miras con detenimiento y recordó aquella clase de física en la que aprendió qué son realmente las nubes y por qué se ven blancas.

Pero bueno, el caso es que llegó a la peluquería. La pared hacia la calle era entera de cristal, permitiendo ver perfectamente el interior. Allí estaban Bruno y Clara, él barriendo el suelo para quitar los pelos recortados al cliente anterior y ella organizando los utensilios de trabajo.

Era un local simple, pequeño, humilde… pero impregnado de vida. Muy iluminado gracias a la luz natural que entraba desde fuera. Con paredes de madera y hermosas plantas colgadas en distintos puntos.

Entró y ambos se giraron hacia él. Bruno le saludó con un tono de voz alegre.

— ¡Hombre Axel! te estaba esperando.

— Pues aquí estoy — respondió este también con alegría — ¡Hola Clara! — añadió mirándola a ella.

— Siéntate y vamos al lío.

Axel tomó asiento en el cómodo sillón negro.

Depositó toda su atención en el espejo que tenía delante mientras Bruno preparaba sus herramientas y se ponía manos a la obra.

Mientras tanto, a unos kilómetros, en pleno centro de la ciudad, un impoluto zapato de color blanco salía de la puerta de un lujoso hotel. Y tras este, una elegante mujer.

Caminaba erguida, del brazo le colgaba un bolso cuya piel seguramente antes había pertenecido a algún animal salvaje. Tenía toda la pinta de ser piel de cocodrilo. Sí, eso era.

Un taxi la estaba esperando. Junto a este, un hombre sonriente le indicaba que podía subirse al vehículo.

— Buenos días señorita — dijo mientras le abría la puerta.

— Tengo prisa — respondió ella subiéndose al coche sin mirarle a la cara.

El caballero se puso nervioso e hizo todo lo posible por agradarla.

— Por supuesto, salimos enseguida.

Cerró la puerta con cuidado de no hacer demasiado ruido. Acto seguido se apresuró para sentarse y poner en marcha el motor. Al hacerlo, la radio se encendió automáticamente y empezó a sonar una especie de jazz cubano. Justo lo que el conductor necesitaba para amenizar sus interminables horas al volante.

— ¿Hacia dónde se dirige?

— Llévame a una peluquería.

— ¿A alguna en concreto o quiere que yo elija por usted?

— Si fuese a alguna en concreto ya te lo habría dicho, ¿no crees? — respondió ella en tono cortante — Estoy aquí por negocios, no conozco la zona.

— De acuerdo, entonces le llevaré al mejor sitio de la ciudad — dijo el taxista, pensando en sus amigos Bruno y Clara.

— Más te vale. Si no haré que pierdas tu licencia de taxista. Y quita esa horrible música.

Y así es como estas dos personas viajaron en silencio hasta el lugar donde Bruno cortaba el cabello de Axel, mientras Clara organizaba los tintes en la estantería para ordenarlos por colores. Por algún motivo siempre acababan completamente desordenados, algunos incluso colocados del revés.

La puerta de la peluquería se abrió bruscamente. Por ella entraron primero un zapato blanco super elegante y después una mujer incluso más elegante, con un bolso de piel de cocodrilo colgando del brazo y una expresión de superioridad en el rostro.

Clara dejó lo que estaba haciendo y se acercó con una sonrisa amistosa. Siempre estaba lista para acoger con entusiasmo a cualquiera que cruzara la puerta de su peluquería.

— ¡Hola, guapa! Qué bonito es tu atuendo — saludó con alegría mientras la mujer elegante se sentaba en el sillón.

Esta apenas respondió con un murmuro y se limitó a sacar su teléfono móvil del bolso, sin siquiera mirar a Clara.

— Necesito que me hagas este peinado, si eres capaz — dijo mostrando una imagen en la pantalla de su móvil.

Clara, sin dejarse intimidar por la actitud agresiva de la mujer, respondió con un tono amigable.

— Claro, además me encantará trabajar este cabello tan lindo que tienes.

La mujer elegante se bufó con desdén y respondió con voz fría — pues ni se te ocurra estropearlo, o haré que cierren este antro.

El ambiente en la peluquería se volvió tenso… y Clara comenzó con su trabajo en silencio.

Mientras tanto, Axel observaba la escena desde el espejo, reflexionando sobre la actitud grotesca de aquella mujer, pensando en los motivos que llevan a una persona a vivir sin alegría. ¿Qué historia se escondería detrás de esa apariencia tan sofisticada y fría?

En ese momento, un ligero movimiento en la estantería de los tintes captó su atención. Un frasco de color violeta oscuro se tambaleaba sutilmente, como si alguien lo hubiese tocado. Axel entrecerró los ojos para intentar ver mejor, pero al no ver nada más que frascos completamente quietos, decidió ignorarlo. Habría sido alguna vibración, al fin y al cabo había un montón de tráfico pasando por la carretera.

En el silencio que seguía dominando el ambiente, Bruno intentó romper la tensión.

— Ya sabe, señora, un buen corte de pelo y el mundo parece un lugar diferente — dijo con una voz esperanzadora.

La mujer le lanzó una mirada glacial a través del espejo. Después de varios fulminantes segundos habló.

— Tú a lo tuyo, pela a ese chaval que vas a cortarle una oreja con tanta charla — y volvió su atención a la pantalla del móvil, donde se reproducía un video en el que otra mujer similar a ella estaba presentando lo que parecía un collar de diamantes.

Clara, mientras tanto, aplicaba los últimos toques al cabello de la mujer, retorciéndose de ganas de contestarle algo salvaje. Sentía la pesadez del aire, cada segundo extendiéndose como un chicle. Movía sus manos con destreza pero su mente estaba concentrada en no cometer errores. Por muy divertido que pudiese ser hacer alguna travesura, prefería no perder su tiempo con esta persona. Cuanto antes se fuese, mejor.

Finalmente, dió un paso atrás, anunciando que había terminado. La mujer miró su reflejo en el espejo y por un momento su expresión fue neutra, evaluando el trabajo. Luego miró sus blancos zapatos, como si allí fuese a encontrar algo que decir. Hizo unos gestos extraños con la boca y de pronto volvió a mirar al espejo, pero esta vez con una sonrisa gigante dibujada en el rostro.

— ¡Me encanta! — exclamó, sorprendida por su propia reacción. Su voz, ahora más cálida, llenó el espacio de alegría.

— ¿De verdad? — preguntó Clara, aliviada y confundida a la vez.

— De hecho, me siento mucho mejor ahora, gracias por tu trabajo tan excelente — y mientras hablaba abrió su elegante bolso de piel de cocodrilo y extrajo cinco grandes monedas doradas, entregándoselas a Clara con una sonrisa — Quédate con el cambio por favor, te mereces esto y mucho más.

Acto seguido cerró el bolso y salió de la peluquería tarareando una melodía alegre.

Bruno, Clara y Axel intercambiaron miradas de asombro. Por el rabillo del ojo, Axel pudo observar que en la estantería de tintes, el bote de color púrpura volvía a tambalearse sutilmente.

Esta vez sí entendió por qué. Justo al lado de los botes de tinte, un ratoncito correteaba por el estante.

Lo persiguió con la mirada, pero decidió guardarse el secreto.

Clara se fue contenta a guardar las monedas… y Bruno no tardó mucho más en terminar lo que había empezado. El cabello de Axel ahora lucía de manera fresca y dinámica, justo como a él le gustaba.

— Gracias tronco, la verdad que está perfecto — le dijo mientras se levantaba del sillón.

— De nada, un gusto amigo — respondió el peluquero satisfecho con su trabajo — Además, mañana es tu gran viaje, me alegra ser yo quien te haya dejado tan guapetón antes de irte.

Clara se unió a la conversación.

— ¿Seguro que te quieres ir?... si en el fondo aquí estás de maravilla. No te falta nada.

Axel la miró, en su rostro estaba escrito alto y claro que ya no había marcha atrás. Aunque sólo él sabía realmente por qué se iba. Y curiosamente todo había comenzado con un insignificante trozo de pizza.

— Nah… no se está mal aquí, pero no puedo seguir desperdiciando mi vida así.

— Déjalo Clara — dijo Bruno — yo sé que ya mismo estará de vuelta — añadió guiñándole un ojo.

— Jaja, oye, ¿qué os parece si cuando terminéis el trabajo nos vemos en mi casa para cenar? — comentó Axel mientras le pagaba el pelado a su amigo peluquero — Así nos despedimos en condiciones. Podríamos comer juntos y luego jugar a algunos juegos de mesa.

— ¡Sí! — gritó Clara — nos apuntamos.

Axel asintió con entusiasmo — Estupendo, ¿por qué no traéis algo de beber y yo me paso a comprar los ingredientes para hacer una buena paella?

— ¡De lujo tío, ahí estaremos!

Con el plan establecido, los amigos se despidieron. Axel salió de la peluquería contento con su pelado. El día estaba aún claro y fresco, perfecto para un paseo por el mercado local. Mientras caminaba, pensaba en los ingredientes que iba a comprar.

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