Gotitas en el Establo

En lo alto de los acantilados que besan el azul profundo del océano, había una pequeña granja. El viento salado movía alegremente los pastos verdes y las gaviotas revoloteaban buscando algo de comer.

En el corazón de esta granja, dentro de un establo de madera con olor a heno fresco, vivían unas vacas muy especiales. Sus manchas blancas y marrones salpicaban su pelaje formando constelaciones y su leche era tan blanca como la espuma de las olas.

Pero esa mañana, algo extraordinario estaba a punto de suceder.

Un pequeño Magikito llamado Gotitas, con gorro puntiagudo y nariz diminuta, revoloteaba cerca del establo.

Gotitas se sentía particularmente juguetón aquel día.Había recogido el rocío de las flores silvestres que crecían al borde del acantilado y lo había guardado en una pequeña calabaza hueca.

Este rocío no era común, sino que brillaba con los colores vibrantes del amanecer: el naranja intenso del sol naciente, el suave rosa de la bruma del mar y el dorado brillante de los primeros rayos del sol.

Con gran picardía en sus ojitos brillantes, Gotitas se deslizó por una rendija de la puerta del establo. Las vacas, ajenas a su presencia, masticaban tranquilamente su porción de heno.

Sigilosamente, Gotitas se acercó a los cubos de ordeño llenos de recién ordeñada leche blanca y espumosa. Con un rápido movimiento de sus pequeñas manitas, vertió unas cuantas gotas de su rocío mágico en cada cubo.

Al instante, una silenciosa explosión de colores tiñó la leche. El líquido blanco se transformó en tonalidades increíbles: un cubo se volvió azul brillante, otro de un verde esmeralda profundo, un tercero de amarillo limón y otro de un rojo carmesí intenso.

Las vacas, asombradas por ese cambio repentino de color, se acercaron con curiosidad a los cubos. Olfatearon los colores y probaron la leche. Sabía igual de deliciosa que siempre, solo que ahora cada sorbo era una explosión de color en sus bocas.

Cuando la granjera, una mujer de rostro amable y manos curtidas llamada Carmen, entró en el establo para recoger la leche, se quedó boquiabierta ante el espectáculo. Los cubos resplandecían con sus brillantes colores, como si hubiesen capturado al arcoíris.

Al principio pensó que estaba soñando, pero al acercarse sintió el dulce y familiar aroma de la leche. Probó un poco de cada cubo.

— La leche azul tiene un ligero sabor a brisa marina… — murmuró con asombro — La verde tiene un toque a selva salvaje… la amarilla me recuerda a un día de verano tomando el sol en la playa… y la roja… ¡sabe a volcán!

Durante los días siguientes, la noticia de la leche de colores se extendió por toda la región. La gente venía de lejos a probar la leche arcoíris. Los niños reían al beber leche azul, y las madres hacían puddings con leche verde.

Gotitas, jugueteando sobre las vigas del establo, observaba contento el revuelo que había causado su pequeña aventura. Había traído vida a la granja de Carmen.

Y esta historia es un recordatorio de que la magia puede encontrarse en lugares inesperados, gracias a las travesuras de los Magikitos… que están por todas partes.

Carrito de compra
Scroll al inicio