Cuando la oscuridad cubre la ciudad y los sonidos cotidianos se desvanecen lentamente, emerge de las sombras el Duende del Sueño, una figura mágica de porcelana cuya ropa está tejida con finísimos hilos de polvo de estrellas. Su pequeña silueta atraviesa silenciosamente las habitaciones, llegando justo en el momento en que los pensamientos se vuelven pesados, cuando la preocupación parece no dar tregua y el reloj parece avanzar con lentitud insoportable.
Con movimientos suaves y delicados, este Magikito se sienta discretamente sobre el respaldo de la cama y extiende con ternura sus diminutas manos hacia las esquinas de las sábanas, impregnándolas con un hechizo sutil hecho de serenidad y tranquilidad. Entonces, con voz tenue pero firme, comienza a cantar melodías dulces y profundas en un idioma antiguo, solo comprensible para los sueños. Su canción envuelve cada pensamiento perturbador y lo transforma suavemente en una mariposa dormida, que descansa sobre la almohada esperando el amanecer para volar lejos.
Su presencia invisible es como un bálsamo que calma las inquietudes, y lentamente, los ojos cansados se cierran con una sensación de alivio profundo. El sueño llega ligero, reparador, lleno de imágenes bellas y reconfortantes que preparan al alma para despertar renovada al día siguiente.
Cada madrugada, antes de que despunte el primer rayo de sol, el Duende del Sueño se despide con una sonrisa imperceptible, sabiendo que ha cumplido su misión de regalar paz y descanso. Siempre está preparado para regresar cuando sea necesario, atento a los suspiros y murmullos de quienes necesitan su mágica ayuda para dormir plácidamente.
