Cuando la inspiración se esconde y todo parece repetido, aparece sigilosamente el Duende de la Creatividad. Este diminuto Magikito de porcelana, con su melena despeinada hecha de hilos de colores y su chaqueta cosida con retazos de trapos reciclados, tiene una misión brillante: encender chispas de imaginación en medio de lo cotidiano.
Se esconde en estuches de lĆ”pices, cajones olvidados, libretas en blanco o rincones del taller donde nadie mira. TambiĆ©n suele colarse en oficinas apagadas o en habitaciones donde un niƱo mira el techo sin saber a quĆ© jugar. AllĆ, en silencio, comienza su tarea: empuja ideas, mezcla colores, trastoca las reglas con ternura.
Su magia no grita: susurra. A veces se manifiesta en un garabato que cobra sentido, en una frase que de repente suena poĆ©tica, en una canción que nace tarareando sin querer. Le encanta el caos bonito: manchas en la mesa, tijeras abiertas, montones de papeles y crayones desordenados. Porque ahĆ, en el desorden, florece lo nuevo.
Cuando alguien se atreve a equivocarse con alegrĆa, a probar algo diferente, a crear sin juzgarse, el Duende de la Creatividad se pone de pie y aplaude con entusiasmo. Y entonces lo sabe: su trabajo estĆ” hecho. Ha devuelto la chispa. Ha sembrado una posibilidad.
Ideal para regalar a quienes crean, a quienes sueƱan, o a quienes han olvidado que tambiƩn pueden hacerlo.